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La historia de Doña Elvira

La historia de Doña Elvira

Diario de misión en un ranchito de las montañas altas de Veracruz. 

Varias semanas de emoción y preparación para irnos de misiones, sin duda una experiencia que marcará mi vida, todavía no soy sacerdote, pero estoy preparándome, que bonito es vivir en el seminario y estar rodeado de personas maravillosas que tienen fe, aunque hace poco nos sentimos tristes porque se retiró un compañero, él decidió que Dios le quería feliz, pero no como sacerdote, le hicimos una misa de despedida, sin duda le vamos a extrañar. A todos nos causó tristeza que de un día al otro se retiraba, nos sacudió a todo el grupo, pero el Padre Salud nos tranquilizó: “No se pongan tristes, hemos ganado un amigo para siempre, a seguir preparándonos para las misiones”.

Y así fue, continuamos preparando las liturgias, los cantos, los juegos para los niños, la ropa que llevaríamos, todos estábamos muy contentos de ir, nos habíamos preparado por más de un año, y la fecha se acercaba, pero justo a mí me tocaba ir en el grupo de nuestro exseminarista, y estaba el corazón queda martajado, así es que me fui un ratito a la Casa del Señor, sabía que estaba en el Sagrario y quería platicarle cómo me sentía, me gusta mucho estar con él, allí solito, en los brazos de mi Padre Celestial. Y allí haciendo oración pude sentir una caricia de mi dulce Jesús: “Tranquilo, te tengo preparada una sorpresa”… Dicho y hecho, la sorpresa la recibí en misiones, déjame contarte. 

Llegamos al rachito más encantador en el que había estado, se llama Ojo de Agua, para llegar fue una aventura pues estando en la ciudad, tomamos una camioneta de redilas que nos llevó junto a otros viajeros, el señor guajolote, un par de cabras y hasta unos conejitos, todos contentos; pero casi para llegar se ponchó la camioneta y el chofer muy sin novedad nos informó: “Voy a ir a la ciudad para que me reparen la llanta, váyanse a pie” y así fue, nos estaban esperando y no podíamos tardar, así que agarramos nuestras cosas y emprendimos la caminata, esa región es muy montañosa, así que apenas bajábamos un cerro subíamos otro, pero rezando el Rosario se nos hizo más rápido.

Por fin llegamos y me acuerdo que nos recibieron con el agua más fresca del mundo, o tal vez la sentimos tan sabrosa por el sol y la caminada, en fin estaba buena, y pues llegando y trabajando, nos pusimos de acuerdo con los del comité, de verdad personas entregadas a la misión y con mucho sentido pastoral, pues lo que más nos encargaron fue visitar a los enfermos. Los ministros extraordinarios de la Eucaristía nos llevarían personalmente, hicimos la lista, don Panchito a tal hora, doña Cenaida en la mañana, don Telésforo tal día, y casi a coro: “No deje de ir con Doña Elvira, casi no a visitan porque vive lejos”, les pregunté donde vivía y me explicaron: “Ve el cerro del coyote, es ese cerro grande como con orejas, pues es detrás de allí”, guay si quedaba lejos, así es que acordamos visitarla el último día. 

Todos los días, al alba, rezábamos el Santo Rosario con la comunidad recorriendo el pueblo, todavía tengo presente que en aquel pueblo había tantos rosales silvestres que mientras caminábamos parecía que soltaban su fantástica fragancia para consentir a la Virgen María Peregrina que llevábamos en andas. Acabando desayunábamos en donde nos invitaban un pedazo de pan y me sorprendía porque muchas personas me decían: “No se le olvide ir con Doña Elvira…”

Muchos la apreciaban y me decían que la visitara, así es que empecé a preguntar por ella, era una señora de 84 años, me contaron que ayudó mucho a la iglesia y que le había tocado sufrir arto también, tenía dos hijas por las que dio todo, hasta vendió su casa para pagar los pasajes para que fueran a la universidad, luchó tanto por sus hijas que al final una se hizo maestra y la otra enfermera, pero ninguna la visitaba porque, como contaba la gente, se avergonzaban de ella, “Es más padre una tuvo un niño con síndrome de down y lo vino a abandonar con Doña Elvira”, otros me comentaron que estaba muy enferma de diabetes, pues hacía unos años le habían cortado una pierna y la mitad del pie que le quedaba y pues no podía caminar, pero no sólo eso, sino que para acabarla vivía, en un jacal prestado afuera del pueblo a donde los ministros le llevaban la Santa Comunión, comida y medicina, definitivamente una vida muy difícil.

Conforme pasaban los días me daba más curiosidad y honestamente también miedo, había visitado varios enfermos de esa comunidad y las personas mayores estaban muy abandonadas y muy empobrecidas, me impresionó mucho una abuelita cieguita, la tenía uno de sus nietos, y aunque se veía que la trataban bien ella se veía triste, y por más que le leía la Biblia y le hacía plática no pudé levantarle el ánimo; así que al pensar en Doña Elvira, abandonada por sus hijas, cuidando a un niño especial, viviendo en un jacalito que no era suyo y sin poder caminar porque no tenía una pierna y un pie… la verdad en mis oraciones le decía a mi Jesús: “Qué voy a hacer, qué le voy a decir, ¿y si en vez de ayudarla me pongo triste y la desanimo más?”

Por fin llegó el día, de camino para ver a Doña Elvira me acompañaban dos ministros y no sé por qué pero todos íbamos muy callados, me esperaba lo peor, y yo por dentro: “Hay mi Señor, qué le voy a decir, cómo hacer oración, cómo animarla, ¿cómo no llorar con ella?” por fin pasamos el cerro del coyote y empezamos a subir la colina para llegar al jacalito, tanto silencio que alcancé a escuchar cantar: “Desde el cielo una hermosa mañana, Desde el cielo una hermosa mañana”, hijole lo primero que pensé: “Alguien se nos adelantó” y conforme nos acercábamos se escuchaba más fuerte: “Suplicante, juntaba sus manos, Y eran mexicanos, y eran mexicanos”, pero o sorpresa, en aquella casa de tablas, con techo de lámina y con piso de tierra vimos que no había nadie más que Doña Elvira y su nieto con síndrome de down, amarrado al fogón… cuándo por fin entramos ella volteó a mirarnos: “Pásenle, solo acabo de hacer mi oración”, así es que nos acomodamos sobre unas pacas de alfalfa y nos pusimos a cantar: “Su llegada llenó de alegría, De luz y armonía, de luz y armonía…”

Ya desocupada nos dijo: “Perdónenme es que estaba dándole gracias a Dios que me regaló unos ojos muy buenos”, -nos quedamos en shock- aquella mujer que en su avanzada edad fue abandonada junto con su nietecito, que no tenía casa, que vivía de la caridad, que no podía caminar, que estaba enferma de diabetes, increíblemente contenta estaba cantándole a la Virgen y dando gracias a Dios porque podía ver muy bien, me quedé sin palabras, aquella mujer que tiene todo para estar triste, para reclamar, para lamentarse o estar enojada, ¡se encontraba dándole gracias a Dios y cantando! No pude más que derramar lágrimas de alegría y darle un abrazo a Doña Elvira: “Gracias madrecita, gracias madrecita…” ella me miró y rompió el silencio: “Padrecito a usted lo que te falta es comer”, nos puso a reír a todos, y arrastrándose a su fogón nos calentó maíz con quelites, todavía recuerdo el sabor de esa sencilla pero nutritiva comida, que no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma. 

¡Qué hermoso! de vuelta a la capilla veníamos otra vez todos callados, pero esta vez no de incertidumbre, sino asombrados por lo que habíamos visto, la mujer más agradecida, más feliz, con más fe… que nos demostró a todos, especialmente a mí, que aveces soy doy quejumbrón, que para sonreír y estar agradecido solo hace falta ponernos en las manos de Dios y de Mamita María..

Y aquella noche, en mi Hora Santa, me acordé que venía triste por mi compañero que decidió retirarse del seminario, pero también de que mi Jesús me había dicho que algo bonito pasaría y muy sonriente le di las gracias: “Qué increíble Señor, que bonita sorpresa, que gran lección, te amo…” 

Después de aquellas misiones me quedó claro que cuando visitamos enfermos no siempre ganan solo ellos, sino muchas veces también nosotros que recibimos clases magistrales de la fe y de la vida.

Padre Sergio.

El abrazo al Sagrado Corazón

Qué maravilla, cómo no estar feliz con mi vocación si a diario mi buen Jesús me pone tantas muestras de cariño y testimonios bellísimos, como el que quiero escribir ahora. Hace dos días me pidieron que fuera a celebrar la Santa Misa a la Rectoría de la Virgen del Carmen, y aproveché para llegar un poco antes para hacer mi Santo Rosario. Me puse hasta atrás de la iglesia, y allí estaba yo solito rezándole a Mamita María. En eso noté que una persona ya mayor se acercó, no me vió y siguió hasta adelante, se puso delante del Sagrado Corazón de Jesús, estaba rezándole un ratito y de repente algo maravilloso sucedió, este señor con mucho amor besó las manitas del Sagrado Corazón y le dió un abrazo, pero no un abrazo rápido, sino un abrazo lento, con ternura, pareciera que estuviera abrazando a un gran amigo, y bueno así lo es, me dio mucha ternura, y me puse contento.

Cuando terminó de darle ese bonito abrazo al Sagrado Corazón caminó por el pasillo y me vió, me reconoció y me dijo: “Buenas tardes, usted es el señor cura verdad” y le sonreí: “Si claro, dígame”, él se puso rojo de vergüenza y se disculpó por haberle dado un abrazo al Sagrado Corazón, pero me dijo: “Mire de verdad necesitaba ese abrazo estoy pasando por un momento muy difícil y no tengo a nadie a quién más abrazar, así es que luego vengo y le digo a mi Jesús: ‘Dame un abrazo, lo necesito…’” Yo le dije que estaba bien, y se sentó conmigo para contarme un poco de su vida, de su familia, de su artritis reumatoide y de los dolores tan fuertes que le dan, me dijo que ya las pastillas no le hacen el mismo efecto que antes, así que de vez en cuando tiene dolores fuertísimos y no sabe cómo calmarlos, y justo en alguna ocasión que trajo a Misa a su nieto Dilan le llegaron esos dolores fuertísimos, su nietecito se dio cuenta y se preocupó porque su abuelito estaba casi llorando de dolor y le dijo: “Abuelito, ¿porqué no le das un abrazo a Papá Dios? A mí cuando me duele algo mis papás me dan un abrazo y se me quita;así que sería bueno que tú le dieras un abrazo a Papá Dios abuelito” Y así fue como me contó que comenzó a darle de vez en cuando un abrazo al Sagrado Corazón. 

“… Y qué cree padre, que cuando murió mi mujer me sentía muy mal, pero muy mal, así que le invité a mi nieto un helado aquí afuera del templo, nos lo acabamos y le dije: ‘Dilan, ven, vamos a darle un abrazo a Papá Dios, porque me siento muy triste por que abuelita ya no está con nosotros’”, el pequeño Dilan se le quedó mirando, le tomó la mano y le contestó: “Vez abuelito, que si sirven los abrazos de Papá Dios”, y los dos tomados de la mano entraron decididos a darle un gran abrazo al Señor Jesús… Estando ya hasta adelante, se acercaron, se miraron y abrazaron a Papá Dios… “Creerá padre, allí estábamos los tres, el Sagrado Corazón, mi nieto y yo, en un abrazo tan bonito, que alcancé a sentir que me hablaba el corazón y me decía, tranquilo, Rosi está bien, está conmigo, desde el Cielo te cuidamos…” 

Qué bonito, esto fue lo que me contó, yo la verdad estaba muy contento de escucharlo, pero él como que tenía sus dudas y me preguntó: “¿Cómo ve Padre, está bien que venga a abrazar al Sagrado Corazón? Si usted piensa que no ya no voy a venir” Y yo con una sonrisa le dije, claro que está bien, si es lo que Nuestro Jesús quiere, abrazarnos todos los días, consolarnos, darnos fuerza, usted siga viniendo, que Dios es su Papito, como bien dice su nieto, así que dele sus abrazos, y también ya estando acá deme uno a mí también, porque debo agradecerle porque su fe tan bonita y sus abrazos al Sagrado Corazón me han recordado que somos Hijos favoritos de Papá Dios.

Qué bonito, todavía me acuerdo de este abuelito, y me da gusto, y de vez en vez, cuando no hay nadie en la capilla, paso yo también con mucho respeto y cariño y le digo al Sagrado Corazón: “Dame un abrazo Papá Dios, porque te necesito” y qué maravilloso, qué fantásticos abrazos me da mi buen Jesús… así que cómo estar triste, cómo no sonreír, como no amar mi vocación… Cuánto me gustaría que mas personas se acercaran a Jesús y le pidieran un abrazo, estoy seguro que habría más personas felices y contentas…

Padre Sergio

El Cristo blanco se puso negrito…

Siempre doy gracias a Dios por mis amigos, esos ángeles que Dios ha enviado a mi vida para tener momentos agradables y apoyarme en los difíciles, es por esto que conozco al Padre Arnoby, un sacerdote colombiano, como dice él: “bien bacano”; pues te cuento que fui visitarlo a Bogotá y allá, mientras él celebraba misa en su parroquia, don Nicasio con mucho carisma me contó la historia de un Cristo “blanco” que se hizo “negro” para poder recibir a todos sus hijos. 

Fíjate que don Nicasio me contó que hace como 300 años en una ciudad y para ser más precisos también en la iglesia, se prohibía que los indígenas y mulatos entraran a rezar  al mismo templo porque, desde luego, los ricos, los hacendados no querían ser molestados, además de que eran muy racistas, cuando los indígenas y mulatos querían entrar a la iglesia para hacer sus oraciones delante de un muy milagroso Cristo que estaba allí adentro, simplemente no los dejaban pasar y les decían: “aquí ustedes no pueden rezar, vayan a la capilla que les corresponde” (que era la capilla conocida como “de negros” que habían construido afuera de aquel poblado); pero siempre hay gente muy inteligente y los mulatos lo eran, así es que ellos siempre encontraban la manera de colarse para ponerse de rodillas delante de aquel Cristo bueno; cuando los cachaban eran retirados de la iglesia, pero ellos no se rendían, al contrario los indígenas siempre luchaban para verlo… estar de rodillas delante de Él; gracias a Dios nunca hubo accidentes ni mucho menos hubo problemas, a pesar de que los indígenas iban, se metían y allí rezaban siempre los expulsaban hasta cierto punto con cierta educación.

Pero lo más bonito estaba a punto de acontecer, cuentan que había un mulato que se llamaba Anuar, decían que era muy testarudo pero muy alegre; un día, lamentablemente, su esposa se le puso muy enferma, él la amaba muchísimo y no quería que le pasara nada a su esposa, él quería pedirle justamente a aquel Cristo, delante de aquella iglesia, que le devolviera la salud a su esposa y no lo dejaban entrar, pues era domingo y los “amos” estaban adentro, así que, él se armó de valor y entró, se puso hasta adelante y se arrodilló, trató de no hacer ruido, solo rezar y rezar, pero justamente en ese momento la esposa del capataz se percató y llamó con una mirada inquisitoria al sacristán y le dijo: “Mira como apesta ese, si no lo sacas ahora no habrá diezmo esta semana”, así que que ese servidor de inmediato se puso rojo de coraje y fue a sacar a Andar diciéndole: “Este no es tu lugar, aquí tú no perteneces, solamente estamos personas blancas, tú tienes que ir a tu capilla” y además enfatizó: “No miras acaso tu color de piel, compárate con el color de la piel de este bello Cristo, ¿Eres acaso igual que Él? Verdad que no, así que lárgate…” En ese momento él mulato  empezó a llorar, no por lo que le estaban diciendo, sino porque sabía que si no le rezaba más a ese milagroso Cristo probablemente su esposa moriría…

Pero qué más hacer… sabía que si no se marchaba el capataz lo castigaría, así es que antes de irse levantó la mirada para ver al Cristo y allí fue cuando sucedió el gran milagro, Anuar quedó perplejo, no podía creer lo que estaba viendo, hasta se talló los ojos, por si las dudas, y no pudo más que gritar: “Pues mire, me parece que mi Cristo sí es negrito, mírelo usted mismo”, el sacristán y todos los “blanquitos” que estaban en misa quedaron atónitos, y cayeron de rodillas, aquel Cristo tan blanco y con ojos verdes que los conquistadores habían traído desde Galicia, España, ahora era un Cristo indígena, un Cristo Negro. Todos calleron de rodillas, pidieron perdón y delante de Anuar y sus hermanos indígenas y mulatos…

“Y creerá padre Sergio -me dijo Nicasio-,  que no sólo el Cristo se puso negro, sino que todos los enfermos de allá quedaron sanos, pero lo más bueno era que el corazón de aquellos ricos se pintó un poco de color y dicen que las cosas ya no fueron como antes, pero eso sí, el Cristo sigue estando negrito para recordarnos que Él a todos nos quiere por igual”.

Y para terminar don Nicasio con esa sonrisota que todavía tengo en la mente me dijo: “Y que cree que ese mismo día todos aquellos blancos y ricos dijeron: ‘No cabe duda que Cristo se ha hecho negro para que todos ustedes puedan entrar, bienvenidos…’

Wow es lo único que puedo decir, Cristo es fantástico, gracias don Nicasio, gracias Padre Arnoby por dejarme platicando con él.

Padre Sergio

Este es mi café favorito

Padre Sergio

Queridos hermanos con el gusto de siempre les quiero compartir este bello testimonio. Ustedes saben que a mí me encanta platicar con ustedes; aprovecho antes y después de la Santa Misa, así como cuando me invitan a sus casas, o en cualquier momento que se pueda, y fíjate, quiero contarte algo muy bonito que me tocó vivir.

Hace unos días estaba terminando de presidir la Misa, y una viejecita se me acercó y me comentó que ella reza mucho por mí y después me pidió de una manera muy dulce la bendición de Dios Nuestro Señor, a lo cual, yo acepté con muchísimo gusto y cuándo le dí la bendición ella hizo como que me iba a dar dinero y yo le dije no, que mejor me invitara un cafecito en su casa, y esta tierna abuelita de manera muy amable y sencilla me dijo que me invitaba de todo corazón, pero que vivía muy pobre, así es que yo le dije que no pasaba nada, que para mí era todo un gusto poder acompañarla.

Y querido hermano/a, fíjate que entré a la casa más linda y bendecida en la que he estado, una casa muy humilde ciertamente, pero fantástica, tenía una cocinita muy pobre, en el centro estaba su fogón, el cual por cierto estaba encendido; y en lo que ella preparaba el café me sonrío y arrimó dos botes, a manera de banquitos, para sentarnos, y ahí probé uno de los más suculentos cafés que he disfrutado en toda mi vida.

Pero sin duda lo más maravilloso de todo fue la plática y el cariño, me contó toda su vida desde su infancia, cómo conoció a su esposo, que por cierto me dijo había sido el hombre más fantástico de todo el mundo, hasta me enfatizó: “de esos ya no hay padre, el molde se rompió”; recuerdo que sus ojitos se pusieron vidriosos, como con ganas de llorar al contarme lo increíble de ser madre, de cómo sus hijos la habían hecho tan feliz y la dicha de tener unos nietos tan buenos y alegres. Me acuerdo que nos reímos tanto cuándo me contaba las cosas bonitas que había vivido, me emocionó mucho cuando me narraba con tanto gusto las peripecias de su vida, todo lo que sufrió para sacar a su familia adelante, como cuándo para que su último hijo se titulara tuvo que vender la estufa, y a escondidas las botas favoritas de su marido, hehehe… A cada momento me daba cuenta que su vida la había disfrutado mucho y recuerdo que terminó con un: ¡Dios ha sido tan bueno conmigo! Y por todo eso en definitiva hizo que ese fuera el mejor café que he probado en mi vida.

Y fíjate, te he compartido este bello testimonio de alegría, vida y sencillez para darte una enseñanza muy valiosa. Yo no sé tú pero últimamente he escuchado muchas quejas, excusas y reproches de personas que me dicen que no son felices porque no tienen lo suficiente o porque les falta quién sabe que cosa, y otras gentes se la viven hablando de dinero, no sé, todo eso me entristece mucho. No entiendo entiendo porque muchas personas piensan que necesitan muchos vienes materiales para ser felices, o cuántos anhelan lo que otros tienen. Y lo que más me saca de onda es que son solo deseos materiales, y se olvidan de Dios, de la familia, de las anécdotas bonitas, de las cosas que alimentan el alma y que fortalecen el espíritu.

Una cosa si te digo confianza, para ser feliz no se necesita el dinero, ni mucho menos tener todas las riquezas, una casa elegantísima, claro que no, simplemente se necesita querer ser feliz, recuerda el momento mágico que viví con esta viejecita, en una casa que ni piso tenía… Si quieres ser feliz mejor ponte a pensar en todas las bendiciones que hay en tu vida, has un inventario de tu familia tan fantástica, del maravilloso lugar en dónde vives, de tus amigos, siéntete feliz y agradecido por todo lo que has vivido, dale gracias a Dios porque nunca te ha dejado solo, haz todo esto y verás que serás la persona más feliz del mundo.

Y fíjate que yo el otro día frente al santísimo me puse a pensar en todas las personas que rezan por mí y me puse a llorar de alegría, sentí que Papá Dios me decía: “Hey Sergio, cuántas personas te quieren, mira cuántas bendiciones te he dado… y tú vienes a mí y te quejas de cosas tan pequeñitas…” Fue una de esas veces en que mi buen Jesús me llamó la atención con amor y me puse a llorar, tenía razón…

En fin hermano solo te quiero recordar que los momentos bellos de la vida son casi siempre los más sencillos; por cierto no te conté que la taza en la que estaba tomando mi café con esta abuelita era una taza toda quebrada de arriba, pero que al usarla tanto hasta bonita se veía.

Aprovecho también para recordarte que si queremos ser felices debemos dejar los resentimientos en el pasado, sacar el odio de los corazones, dejar a un lado los prejuicios y debemos luchar por ser personas de paz y no de odio, por comprender y no enjuiciar, para ser pacientes y no explotar a la primera provocación, para que seamos mansos de corazón y no arrogantes, ni mucho menos altanero con los demás. Ama, aprende a amarte como eres, con lo que tienes, ama a tus amigos como son, no trates de cambiarlos, ama a tu pareja como es y verás que ese amor que se tienen los ayudará a salir adelante, esfuérzate por mejorar, por ser una buena persona. Pero lo más importante, acércate a Dios, haz oración, y descubrirás que la vida es fantástica!!!

Aprovecha hoy a tu familia, no vaya a ser que después sea demasiado tarde y te lamentes, y digas: “no le abracé, no le dije que le quería, no le perdoné”. Ánimo no te tomes la vida con tanta seriedad, no te enojes por cualquier cosa, mejor ponte a sonreír, nos vamos a morir y nuestra verdadera vida está allá arriba en el Reino de los Cielos, por lo tanto, relájate y, no te fijes tanto en lo que no tienes, más bien, fíjate en lo que si tienes, te darás cuenta de que eres la persona más rica del mundo y la más bendecida, ¡Ánimo! Comienza a ser feliz.

Y ya sabes, si algún día me vez, invítame a tomarme un café, recuerda que no me importa que sea la mesa más pobre, pero lo que sí me importa es que sonriamos, que oremos y que nos manifestemos con cariño, amor y ternura. Que el Señor te bendizca y recuerda: “La vida junto a Jesús es fantástica”.

Esta es la verdad de cómo pierden el tiempo los sacerdotes católicos

Siempre he pensado que la vida de un sacerdote es breve, no porque Dios nos llame pronto, sino porque estamos tan ocupados que un día es como un suspiro.

Ayer me la pasé desde las 7 am confesando, creo que en total confesé como unas ocho horas. En cuanto salí de la sacristía y vi a todas esas personas lo primero que pensé fue: “Hoy no voy a desayunar, y creo que ni a comer”, parecía misa de domingo, pero en realidad estaban esperando reconciliarse con Dios.

Me senté a confesar y mientras pasaban las horas me sentía presionado por todas las personas que tenía, me daba pena que estuvieran esperando tanto tiempo y además sabía que vendrían para llevarme a visitar a dos enfermos, luego me buscaría una persona para dirección espiritual… sentía que iban a llegar ya y yo no acababa de confesar, pero afortunadamente alcancé a reconciliar a todos, es más, justo cuando la última persona se puso de pie para irse iban llegando por mí los familiares del enfermito, creo que mi Dios acomodó todo en bien de estas personas que necesitaban su amor, ya que no creo en las coincidencias, sino en las «diocidencias».

En cuanto acabé hable por teléfono a un amigo que me había llamado y mensajeado varias veces, cuándo le hablé me cuestionó que qué estuve haciendo y fui bien sincero: “Tuve un día muy ajetreado, casi ocho horas confesé, sequé lagrimas y saqué sonrisas”. Y él muy espontáneo me respondió: “Pues lo único productivo fue que te inventaste una rima”.

Pero eso no es todo, después encontré a alguien más y me preguntó cómo había estado mi día y le dije que fue simplemente genial, luego me interrogó por lo que hice y le dije que había estado confesando casi todo el día, visité a dos enfermos y di una dirección espiritual, le expliqué que estaba muy contento porque todos ellos llegaron buscando a Dios y yo traté de ayudarles… pero él igual de espontáneo como el otro me dijo: “Uh, entonces perdiste todo el día, qué pena…» Pero a este sí le respondí: “Pues que manera tan bonita de perder mi tiempo, muchas personas me compartieron su vida, lloraron conmigo, y juntos le pedíamos a Dios que los ayudara, me siento con el alma llena».

Me sorprendieron mucho sus reacciones, no porque minimizaran lo que hago, sino porque dos personas tan cercanas a mí, que soy sacerdote, en menos de una hora me habían dicho que gastar mi tiempo escuchando, llevando la gracia de Dios y tratando de dar esperanza lo consideraban una pérdida de tiempo.

Afortunadamente para mí fue un día de los mejores de mi vida, de esos que me quiero llevar en el corazón cuando Dios me llame, lo recordaré como el día que “casi me desmayo al ver a tantas personas esperándome, y yo sin desayunar, pero que al final de las casi ocho horas que confesé, sequé lagrimas y saqué sonrisas”.

Al terminar el día, mientras rezaba el Santo Rosario le decía a la Virgen: «Me encanta perder el tiempo de esta forma» y también le di las gracias por todos los sacerdotes que son criticados por sus feligreses porque según ellos solo pierden el tiempo, pero no se dan cuenta de todo el bien que hacen.

Por cierto, sí alcancé a desayunar, una feligresa me llevó unos tamalitos bien ricos y comí muy a gusto con el enfermito y su familia, no cabe duda que Dios me cuida mucho y hasta preve mis comidas.

Padre Sergio

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